domingo, 5 de septiembre de 2010

Honduras es uno de los países que más hambre padece, con un 72% de inseguridad alimentaria y nutricional

Hambre
¡Tengo hambre!, es un grito típico de los niños y niñas en cualquier rincón de los 18 departamentos, pero en especial de la población de tierra adentro.

Un alto porcentaje de los menores de edad padecen de desnutrición contribuyendo a una alta tasa de mortalidad.

Honduras tiene una tasa de natalidad promedio del 3.5 por ciento, una de las más altas del continente americano y su población está aumentando notoriamente, año tras año, pues actualmente sobrepasa los 8 millones de habitantes, siendo la mayoría menores de edad.

No en vano la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) están mostrando su preocupación por estas “epidemias del hambre”, comunes en los países pobres.

Datos estadísticos señalan a Honduras como una de las naciones que más aguanta hambre, con un índice del 72 por ciento de inseguridad alimentaria y nutricional.

Sin embargo, muchas veces estos indicadores en su mayoría se quedan como investigaciones cuantitativas, que solamente muestran cifras de las “calamidades”, pero hay muy poca preocupación para buscar las causas y erradicarlas.

Es más, la mayoría de estas observaciones internacionales se hacen cuando hay desastres naturales. También los medios de comunicación se dan a la tarea de observar cómo las inundaciones sacan a “flote” la pobreza extrema en que viven más de 5 millones de habitantes, en su mayoría infantes.

Los gobiernos siempre han sabido “tapar” este fenómeno social del hambre, especialmente en el campo, y sólo lo “destapan” en épocas de campaña para saciarles el hambre con promesas demagógicas.

Las políticas de una auténtica reforma agraria en Honduras continúa siendo una utopía, donde los “miserables” del campo se convierten en invasores como única medida de obtener tierras y los eternos terratenientes siguen siendo los amos y señores.

Otros emigran para las principales ciudades donde además de no encontrar seguridad alimentaria, vienen a sufrir la inseguridad ciudadana, el desempleo y el hambre les persigue y muchas veces los empuja a la delincuencia o prostitución.

Un campesino criado en la ciudad es como que hablara otro idioma y pocas veces logra la superación personal porque viene a regalar su mano de obra y a competir con los que se vinieron primero.

Esta es la población en su mayoría que llega a las ciudades y luego parten en busca del “sueño americano” que en las últimas fechas se ha convertido en la “pesadilla catracha” al truncárseles sus metas y objetivos y que han llenado de luto y dolor tantos hogares hondureños.

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